El arte de conectar
Shibari Zen
«Defino conexión como la energía que existe entre las personas cuando se sienten vistas, escuchadas y valoradas; cuando pueden dar y recibir sin juzgar; y cuando obtienen sustento y fuerza de una relación”.
Brené Marrón.
¿Qué es el Shibari?
El Shibari, también conocido como Kinbaku, es una disciplina de origen japonés nacida en torno al 1600 en el periodo Edo. Su raíz está en el Hojojutsu, un arte marcial que practicaban los samuráis.
A finales del siglo XVIII podemos encontrar las primeras pinturas que representaban las ataduras con fines eróticos.
Es una disciplina que desde sus orígenes ha evolucionado de forma drástica, tanto en su técnica como en su trasfondo. Actualmente, estamos viendo una nueva fase en la que comprendemos que las aplicaciones del Shibari van más allá del erotismo.
El Shibari nos conecta con nosotros mismos. Por eso, cuando aparcas la erótica, te abre un mundo dentro de ti para explorar. Así nace el Shibari Zen.
¿Cómo es?
El Shibari puede variar mucho dependiendo de las personas involucradas y del momento en el que se realice. En cualquier caso, siempre resulta ser un proceso cercano, humano, íntimo y sentido, una forma de conectarnos con nosotros mismos a niveles profundos.
Para alcanzar esta conexión, utilizo técnicas sencillas y seguras que se adaptan a las necesidades, limitaciones y particularidades de cada persona. Todo se realiza en el suelo, sin suspensiones ni figuras acrobáticas. Es una experiencia emparentada con el masaje, la danza y la meditación.
¿Qué se busca?
El acercamiento al Shibari Zen se hace por tres vías: la corporal, la mental y la emocional.
Sin contacto físico no podemos vivir
El hospitalismo nos explica muy claramente lo importante que es el contacto físico. Tanto que sin él nos morimos. Por eso la parte corporal es la primera experiencia en el Shibari Zen.
La técnica empleada nos permite vivir un contacto físico cercano, cariñoso y humano, sin aspiraciones ni expectativas. Se tiene como objetivo el bienestar de tocar y ser tocados desde un amor respetuoso, sincero y honesto, desde el deseo de bienestar mutuo.
Atados nos liberamos
El segundo nivel es mental, donde la cuerda tiene un efecto contradictorio. El estar atados de forma consentida y consensuada ejerce un efecto de liberación en nuestra mente. Al no poder movernos ya no tenemos que tomar decisiones y durante un rato nuestra mente descansa del ruido de los quehaceres pendientes, de las obligaciones y de las tareas por terminar.
En ese momento queda libre para relajarse y deja sitio para otros pensamientos más creativos e instrospectivos.
Un reencuentro con nuestro Yo
El último paso es el emocional. Cuando tu cuerpo se siente recogido y protegido, cuando tu mente está libre y receptiva, es el momento en el que tu alma y tus emociones se abren y se muestran.
En ese instante, nos abrimos a los sentimientos que tenemos dentro y nos entregamos en confianza a ellos dejando que se manifiesten y nos cuenten eso que llevamos en nuestro interior.
Mi labor
Yo soy el barquero en un viaje sin destino determinado
Mi labor no consiste en decidir a dónde vamos, sino en acompañarte en ese viaje. Afronto una sesión de Shibari Zen como un recipiente vacío que voy llenando de aquello que me entregue la persona con la que esté atando, sin expectativas ni objetivos en el horizonte.
Y eso que yo recibo es lo que doy. Juntos vamos trazando la ruta.
Me llamo Dani, soy atador de Shibari, llevo estudiando esta disciplina desde hace una década, he aprendido de diversos maestros, he atado con centenares de personas, soy practicante de Reiki e instructor de artes marciales. Mi misión en este viaje es guiarte y acompañarte, asegurándome de tu bienestar y seguridad.
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